Un nuevo yo

21 de septiembre de 2016, el día que comenzaría mi mayor experiencia vivida hasta la fecha.

Los días anteriores estaba ansioso por que llegara ese día. Pero no tenía ni idea de las consecuencias que tendrían los próximos 4 meses en mi persona.

Quiero dedicar esta entrada a hablar sobre mi experiencia como estudiante Erasmus. Pero quiero hacerlo desde un punto de vista diferente. No voy a centrarme en lo bien que he estado, o lo mal que lo he pasado otras veces, sino en cómo me ha afectado todo esto a nivel personal.

Me siento una persona diferente, no me siento el mismo que dejó Málaga aquel 21 de septiembre. A raíz de las mil experiencias que he vivido allí, he aprendido a disfrutar el presente y no dar importancia a lo que el futuro tenga reservado para mí. Para algunos esto puede ser bueno y para otros malo, porque el daño siempre será menor si lo esperas. Evidentemente yo sabía que mi estancia allí tenía fecha de caducidad, pero tenía clarísimo que no iba a dejar que ese hecho me afectase en ningún momento.

Un tema que mencionan mucho los estudiantes como yo es la necesidad de salir de tu zona de confort en estas situaciones. Y hay que hacerlo. Conocerás a muchas personas que no pensarán como tú, o que no hacen las cosas de la misma forma que tú. Pero tu capacidad para adaptarte a esas diferencias es lo que te permitirá crecer como persona. No pienses que todo el mundo es diferente, pues para ellos tú lo eres también. Pero todos nos encontramos en esa situación; muchos fuimos allí a empezar de cero, y partimos con la idea de que conoceríamos mucha gente de diferentes rincones del mundo, con lo que eso conlleva.

Gracias a ello he sido capaz de conocer personas extraordinarias y sus culturas. Algunas, como dije, muy diferentes a las de España, pero otras no tanto. Y estas pequeñas diferencias o rasgos en común es lo que hacía cada día más interesante.

Aprovecho para hablaros de las International Dinners. Unas cenas donde cada persona llevaba alguna comida típica de su país. Estas quedadas eran de las mejores para conocernos unos a otros y para disfrutar de sabores de casi todo el mundo. Gracias a ella nuestro grupo se hizo cada vez más grande y cercano.

Aunque también es cierto que no sólo contábamos con el grupo internacional. Cada uno teníamos un grupito más pequeño con gente aún más cercana, generalmente personas de la misma nacionalidad. Ahora que lo pienso, la mayoría de viajes que he hecho los he hecho con españoles, a excepción de dos o tres viajes que hice al final a los que se unió Xristo (Turquía), o cuando fui a Blackpool, con Claudia (Italia), Fede (Italia), Hannah (Alemania) y Juan.

He aprendido a valorar hasta lo más pequeño. Gracias a ello he disfrutado más si cabe de esos viajes y esos momentos en los que estábamos todos juntos. Hasta el más mínimo detalle llamaba mi atención y me hacía detenerme unos minutos para sentirlo. Sólo hay que ver la cantidad de fotos que tengo ahora acumulada entre las cuales puedes encontrar mil imágenes de ardillas; otras miles de las diferentes comidas que he disfrutado; las vistas desde mi habitación; del cielo; fotos de gente que no conozco; el culo de Juan; fotos de fotos; patos; barcos de papel; videos donde no podía pulsar stop y tenía que pedir ayuda a mis amigos; u otras fotos donde se me ve claramente gritando “capturar”, u otras donde mis amigos son quienes lo gritan; de flip-cup y beer pong; dabs; juay, juere, jow; césped; mis botas; brazos pintados con la frase “Adri was here” escritos con un rotulador permanente (genial idea); boomerangs; filtros de snapchat; de setas o de las nubes que cubrían la ciudad con frecuencia. Cada foto tiene una historia que contar, una historia que he vivido y que repetiría una y otra vez.

El día 12 de febrero acabó mi periodo aquí. Pero si algo tengo claro es que en mi mente no existe la posibilidad de decir adiós a todo lo que hizo surgir a un nuevo yo.

Nos vemos pronto.

Deja un comentario